miércoles, 18 de febrero de 2015

EUCARISTÍA

San Francisco de Sales ( 1567 - 1622 )
Entre las prácticas de la religión, la Eucaristía es lo que el Sol entre los astros.
"Si el mundo te pregunta por qué comulgas con tanta frecuencia, dile que lo haces para aprender a amar a Dios, para purificarte de tus imperfecciones, para consolarte en tus aflicciones, para apoyarte en tus debilidades."
San Alfonso de Ligorio ( 1696 - 1787 )
"El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa".
Jesús en el Sacramento es esta fuente abierta a todos, donde siempre que queramos podemos lavar nuestras almas de todas las manchas de los pecados que cada día cometemos.
El Santo cura de Ars, San Juan María Vianney ( 1786 -1859 )
“Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella".
"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa".
"La Misa es la devoción de los Santos".
Santa Teresita del Niño Jesús  ( 1873 - 1897 )
"piensa, que Jesús está allí en el sagrario expresamente para ti, para ti sola y que arde en deseos de entrar en tu corazón... Vete a recibir sin miedo al Jesús de la paz y del amor... Es imposible que un corazón «que sólo encuentra descanso mirando un sagrario» ofenda a Jesús hasta el punto de no poderle recibir. Lo que ofende a Jesús, lo que hiere su corazón es la falta de confianza... Hermanita querida, comulga con frecuencia, con mucha frecuencia.» (Carta. 92 del 30 de mayo de 1889)
«Él no baja del cielo un día y otro día para quedarse en un copón dorado, sino para encontrar otro cielo que le es infinitamente más querido que el primero: el cielo de nuestra alma, creada a su imagen y templo vivo de la adorable Trinidad»
EL SACRIFICIO DE LA MISA

Poco después de la gracia de Navidad, con solo 14 años escribe: «Jesús, para salvar a los hombres quiso nacer más pobre que los pobres... ¿Quién, Jesús, se atreverá a negarte este corazón que tan merecidamente has conquistado y al que has amado hasta hacerte semejante a él y dejarte luego crucificar por unos verdugos despiadados? Además, eso no te pareció todavía suficiente: tuviste que quedarte para siempre cerca de tu criatura, y desde hace dieciocho centenares de años estás prisionero de amor en la santa y adorable Eucaristía».

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